Domingo 26 de Marzo de 2023

RESEÑAS

20 de mayo de 2022

Una obra desbordante para sentir el teatro a flor de piel

Leandro Doti y Aquiles Pelanda copan la escena rosarina con “La Moribunda, tragedia en cuatro estaciones”. Interpretan dos hermanas ancladas en una casa que crean un mundo delirante y fantasioso para escaparle a la muerte. Revival de un texto clave de Alejandro Urdapilleta surgido en la movida contracultural porteña. En el teatro La Morada, los sábados de mayo a las 21,30 hs.

¿Qué les sucede a los personajes de La Moribunda? ¿Hay alguna manera de burlar a la muerte si no a través del juego y la locura? ¿Cómo se soporta la idea de vivir para morir? Si usted es proclive a buscar explicaciones racionales, aferrarse a un sentido lineal de las cosas o disfrutar de una función de teatro tradicional, mejor quédese viendo una serie apacible con un té caliente en la comodidad del sillón. Ahora si usted está dispuesto a que su imaginación fluya como un río tempestuoso, a enfrentarse a límites lúdicos insospechados, a irse con más preguntas que certezas sobre el misterio existencial que nos rodea, resérvese un sábado de mayo por la noche y concurra al teatro La Morada a saborear este inquietante clásico –mal que pese este adjetivo a una obra nacida al calor paracultural de finales de los 90- del under porteño. Porque “La Moribunda, tragedia en cuatro estaciones” ofrece una travesía sensorial por caminos inciertos e inesperados: nada es lo que parece y, al mismo tiempo, todo es real, cercano. El amor, la muerte, la soledad, la descomposición del cuerpo, la angustia, el abandono y el encierro desfilan en el escenario como fantasmas danzantes en un mundo doméstico amenazado por el afuera.

Un living elegante con lámpara de araña, pero algo venido a menos. Dos hermanas: Kara, la menor y Karren, la mayor. Una tercera, Kiri, que agoniza interminablemente durante cuatro estaciones en una habitación fuera de la vista del público. Tormenta, lluvia, la luz se corta y la radio pierde señal. Las hermanas, en penumbras y aisladas, se debaten en una espera que desnuda amores, horrores, deseos y miserias donde no se vislumbra una salida posible. ¿Qué es lo que esperan? Y el interrogante es la clave de esta tragicomedia que abre una trama disparatada sostenida en un tándem actoral descomunal, integrado por Leandro Doti y Aquiles Pelanda, que a su vez toman el timón de la dirección de la obra.

“La idea de llevar esta Moribunda a escena nace hace un tiempo cuando junto con Aquiles tomamos una escena de esta obra para realizar dentro de un taller de teatro en el cual nos conocimos. Era una sección muy pequeña de la obra que gustó mucho en aquel momento y que rondó por algunos ciclos de teatro, varietés súper independientes, que nos divertía muchísimo hacerla y que funcionaba muy bien con el público. Y nos quedó el deseo de retomarla y realizar la obra completa. Después de un tiempo nos abocamos a esa tarea y transformamos el texto en una versión propia, con nuestra estética y mirada”, contó Doti sobre el afán de reponer en la escena local este ícono teatral del absurdo concebido por el genial Alejandro Urdapilleta.  

Hay una poética desbocada en el texto de la obra que se refleja a la perfección en la puesta. Al borde de la desmesura, las hermanas pugnan por salir a flote en una realidad opresiva: juegan a las cartas, cuentan sueños de un amor imposible, se emborrachan, bailan. En este despliegue escénico, los actores lucen todo su oficio con una solvencia admirable. Sus cuerpos se estrujan, saltan, se tensionan, brotan de gestos y movimientos desaforados, como si las palabras no alcanzaran para escapar al espanto de la muerte que late al otro lado de la casa.

El vestuario y el maquillaje de estas mujeres en escena van en línea con el registro disruptivo que corporizan los artistas. “Creemos que Urdapilleta y Tortonese no ocultaban su masculinidad y consideramos que tanto el vestuario como el maquillaje no buscaba feminizar los cuerpos, sino generar símbolos femeninos y acentuar rasgos monstruosos. No había maquillaje que soporte esos cuerpos y esas acciones, por momentos tan masculinas, refiriéndonos al trabajo físico y hasta acrobático de esos dos actores. La estética de ellos tenía la intención de oscurecer a estos personajes, como si necesitaran oscurecer lo que ya era oscuro, remarcándolo. Nosotros quisimos iluminar un poco nuestra obra a nivel estético, sacarle un poco ese rasgo de marginalidad, pero algo de todo eso, de lo oscuro, lo ácido, el límite, sigue estando porque es La Moribunda, y ni nosotros ni ellas (los personajes) pueden escaparle a ese mundo marginal y oscuro. No dejamos de lado algo indispensable en los textos de Urdapilleta que tiene que ver con la ternura que por momentos esta vez acentuada, y con la idea de darle espacio, lugar”, aportaron Doti y Pelanda, ambos con formación actoral en el taller “LosdeMedina”, uno de los más antiguos y destacados de la ciudad.

Cuerpos al límite bajo una puesta precisa, con una construcción visual y estética a tono con la propuesta dramatúrgica, esta reversión de La Moribunda de Urdapilleta logra su cometido: que lxs espectadores salgan de la sala con una expresión risueña mezclada de perturbación.

Por: Facundo Petrocelli

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