RESEÑAS
14 de abril de 2022
Por los caminos de la memoria, un recorrido hacia el encuentro
Naum Krass y Martín Fiumato interpretan en “Dos viejos judíos” a dos amigos que entretejen una historia de antiguos dolores y amores en un dueto actoral magistral. Esta imperdible obra es de lo más convocante en el circuito independiente de la ciudad.
Voz y cuerpos. Silencios profundos, gestos escrutadores y miradas largas, interminables. Son los engranajes sutiles que hacen funcionar el artefacto dramatúrgico ideado por David Edery y Naum Krass, bajo la minuciosa dirección de Ricardo Arias y música de Charli Pagura. Teatro en su máxima pureza es lo que “Dos viejos judíos” ofrece a lxs espectadores que asisten a cada función de domingo en Espacio Bravo. El efecto es inmediato: nadie sale indemne de la sala.
La obra se encuentra atravesada por varias capas superpuestas: amistad, amor, libertad, familia, perdón, memoria y religión. Dos personajes sentados enfrente al público en una puesta escénica despojada y vacía. Dos cuerpos vestidos de riguroso negro con trajes holgados y zapatos gastados que pugnan por resolver un pasado que dejó fracturas, esquirlas y viejas heridas.
La religiosidad, la cultura judía y el amor compartido por una mujer son los resortes que traccionan la trama en un vertiginoso e intenso ida y vuelta entre los protagonistas que miran el mundo con diferentes cristales. Uno, judío ortodoxo apegado a la religión, y el otro, judío comunista que cuestiona la existencia de Dios. Ambos se debaten en un juego de espejos que los enfrenta, pero, por momentos, también los acerca. Cada palabra que se lanzan en ese ring imaginario es filosa y lacerante: no hay reparo en amortiguar el golpe, ni sutilezas a la hora de ir al hueso de cada asunto pendiente.
En este recorrido atemporal y carente de contornos espaciales claros por el que transita la obra hay lugar también para el humor, la ternura y un homenaje póstumo con una impronta emotiva única.
Los personajes, Martín y Naum, mantienen una convivencia austera donde ninguno compra papel higiénico y se reprochan mutuamente la falta de dinero para mantener el hogar. Naum recuerda con devoción los irresistibles knishes de su abuela, coreando las canciones en hebreo que la bobe recitaba cuando amasaba los ingredientes. Y desdramatiza las penurias económicas del presente con el recuerdo feliz de su juventud. Martín, en cambio, representa todo lo opuesto: consagrado por completo a las celebraciones y ritos judaicos, reprende constantemente la falta de religiosidad del amigo y sigue atrapado por los fantasmas de los recuerdos.
Así, ambos viejos amigos, midiéndose recíprocamente, avanzan por las aguas borrascosas de un rencor alimentado por experiencias dolorosas. En la sucesión de reflexiones que van desgranando a través de un diálogo que deambula entre relatos familiares, anécdotas, canciones religiosas y recetas de comidas judías, aparecen historias conflictivas que aun lastiman y carcomen en la memoria. El ambiente se espesa cuando se filtra el recuerdo del exilio político de uno de ellos durante la dictadura por una presunta delación del otro, la interpelación reciproca y el modo de rehacer los vínculos familiares. Tirando aún más del ovillo de aquella época turbulenta, emerge con la fuerza aplastante de un alud la evocación de Rifque, una mujer que marcó a fuego la vida de ambos y que siguen amando por igual. Quizás ese deseo amoroso que primero los separó, ahora, en el crepúsculo de la vejez, los vuelve a reconciliar como un hilo caprichoso e invisible, donde la tolerancia y la aceptación recompone los vidrios rotos de una amistad blindada por los años. ¿Cuánto somos capaces de soportar del otrx para perdonar y seguir adelante?
Finalmente, una dolorosa despedida sobrevuela en el escenario y parece latir en los cuerpos de los actores. Es la ausencia de David Edery, querido referente de la comunidad artística de la ciudad, quien iba a ser el protagonista junto a Naum Krass, intervino en la elaboración del texto y falleció el año pasado mientras se desarrollaban los ensayos de la obra en plena pandemia. El conmovedor aplauso del cierre de la función es un merecido tributo a este tercer viejo amigo judío que la magia del teatro transporta a la escena como un personaje más.
Para agendar: Domingos de abril a las 20 hs en Espacio Bravo (Catamarca 3624).
Por: Facundo Petrocelli