ENTREVISTAS
30 de noviembre de 2022
La voz infinita
Ronda de Entrevistas Pandémicas Episodio II – Mayo del 2021
Julián Venegas canta, pero también compone, experimenta, fusiona, muestra, actúa. Y todo lo hace con un detalle de orfebrería. Es un alquimista de la música y explorador de sus mundos paralelos: el teatro, el cine, la literatura.
Con “Ponele Reverb” creó un ciclo de producciones audiovisuales –disponible en su canal de YouTube- donde pone voz, cuerpo y sentimiento a canciones con un registro de calidad cinematográfica. Multifacético y talentoso, piensa a la actividad cultural como un camino colectivo y formativo. Lleva editados seis discos: “Julián Venegas” (2009), “Álamo Blanco” (2012), “Puentes invisibles” (2014), “Dos Cauces” (2015), “De barcos y derivas” (2018) y “Choques” (2020). Recibió numerosos premios, entre los más destacados, el trabajo discográfico “De barcos y derivas” fue reconocido como “Mejor disco del año” y “Mejor disco de Cantautor/a” en los Premios Rosario Edita 2019. En el 2013 fue distinguido como compositor con el Premio Nacional de la Secretaría de Cultura de la Nación por su canción “Álamos de Noche” perteneciente al álbum “Álamo Blanco”.
La búsqueda artística de Julián Venegas, el Chula, parece no tener horizonte, ni reconocer fronteras. Agoniza el atardecer de un jueves frío a la hora convenida de la entrevista en estos tiempos virtuales que impone la pandemia y la pantalla me devuelve una voz llena de matices y tonalidades secretas.
- ¿Cómo nace tu vocación por la música?
Arranca sin querer, no fue una decisión, más bien fue un contexto que me estimuló y naturalizó mucho mi actividad vocal. Tengo recuerdo de cantar delante de mis compañeros de preescolar cuando tenía cinco años. Y eso hizo que mi relación con el canto y, a través del canto con la música, sea muy natural, que simplemente sucediera. A la hora de asumirlo como medio de vida, como una profesión, sí lo tuve que pensar. Como tuve oportunidades para dedicarme y hacer otras cosas, me costó un poco más la decisión y sin embargo me dejé llevar por las ganas porque, por más rodeos que le diera, me daba cuenta que era la actividad que más feliz me hacía.
- Sé que tuviste un paso por la universidad donde cursaste las carreras de medicina y de derecho, ¿cómo fue ese momento de decir “dejo la facultad y me dedico a la música”? ¿Hubo dudas, miedos, resistencia que superar?
Sí, porque una cosa es dedicarse a la música como una actividad recreativa, de distracción, que complementa la vida y otra cosa es tomarla como medio de vida. Esa decisión profesional la tomé ya de adulto, a los 24 o 25 años. Decidí entonces vivir de la música. Renunciar a otros proyectos y a otras posibilidades que fui probando, experiencias universitarias y laborales. Si, por supuesto, que hubo dudas, transiciones. Me parece que a veces las múltiples opciones posibles dificultan mucho la elección porque se percibe más la libertad. A veces hay decisiones que tomamos y no tenemos muchas otras opciones, entonces la tomamos sin pensar demasiado. Pero otras veces en la vida se dan situaciones donde hay más opciones para tomar. Cuando no tenés ningún otro factor que condiciona la decisión, es cuando aparece el miedo que conlleva la libertad de poder decidir. A mí me pasó sentir ese miedo y me llevó mucho tiempo transitarlo, superarlo y asentarme en la música como profesión, como medio de vida.
- Hablemos sobre tu proceso creativo, ¿cómo se te ocurren las canciones?
Lo encaro siempre de la misma manera. Creo en encapsular un momento emocional, una sensación donde se juntan muchas variables que me hacen sentir que hay una canción en potencia. Tiene que ver la escena en la que me sitúo, el paisaje. Cómo me conecto con una situación o con una idea. Es como una intuición o fe de ver a determinado momento como una posibilidad de canción y escribirlo de la forma que sea. Y cuando logro describir bien esa situación dentro de una capsula emocional, eso me permite ingresar allí para crear desde ese lugar. Entonces me pregunto qué música me gustaría para la escena, qué me gustaría decir, combinando elementos musicales y literarios para componer una canción. Ese hasta ahora es el mecanismo que más me vincula la cabeza con el sentimiento. Después hay otras formas de crear que pueden venir disparadas de otras actividades. Puedo estar estudiando música o un libro de armonía o de guitarra, o incluso estudiar canciones de otras y otros compositores, y me encuentro con cosas que me dan esa misma fe de canción en potencia. Y así voy construyendo una carpeta de herramientas que me permiten disponer de material musical para cuando quiera crear algo nuevo. Es un material que sé en algún momento lo voy a usar. También puedo estimularme por el lado de la literatura, el cine o el teatro. Pero todo en definitiva va a lo mismo: encontrarme con situaciones, creaciones o momentos y tener fe que pueden crecer para desarrollarse y convertirse en canción.
- Nombraste elementos u otros géneros que te sirven como disparadores para la creación, como cine, literatura o teatro, ¿tenés referentes artísticos que te sirven de guía en el proceso creativo?
Sí, pero la lista sería injusta porque puedo nombrar y darme cuenta que dejé afuera a varios. Me parece que además de destacar a referentes conocidos por muchos, está bueno darle importancia a la conexión con el trabajo de colegas contemporáneos de acá de Rosario. Todas las personas con las que compartí proyecto me enseñaron y tienen que ver con lo que digo y hago ahora, con mi lenguaje musical. Son muchos. Compartí proyecto, entre otros, con Carlo Seminara, Sandra Corizzo. También generaciones más grandes como Jorge Fandermole, Adrián Abonizio, Marcelo Stenta, Carlos Casazza, Juancho Perone. Son mis maestros. También colegas y amigos más de mi generación que me influenciaron mucho como Damián Verdun, Federico Ramonda. Creo que muchas veces nos olvidamos de nombrar a los compañeros de camino y son grandes formadores. Incluso de otras artes. Desde hace algunos años me estoy vinculando con el mundo del teatro: Gustavo Guirado, Severo Callasi, Miguel Franchi. Hay que insistir en la idea de la comunidad como formadora, que también está mirando para afuera, pero que nos une con un discurso identitario. Me interesa cada vez más desde dónde decimos las cosas. En mi caso es Rosario mi lugar, mi territorio, mis colegas, mis amigos, mi familia, mis amores, mis compañeros de laburo. Todo es formador de lo que hacemos. Lo digo para no distraernos con la idea de que en la creación solamente nos influencian grandes referentes o libros o teorías, la compañía o el compañerismo que está cerca de uno es mucho más rico que todo eso. Incluso le da sentido.
- Dentro de esta comunidad que te sentís parte junto a tantos otros músicos de la ciudad, ¿cómo definirías tu estilo musical?
Me dedico principalmente a la canción popular latinoamericana. Popular tiene un montón de posibilidades rítmicas, de género. Siempre las clasificaciones son injustas. Pero me interesa mucho la integración de influencias regionales, incluyendo las corrientes contemporáneas que a veces vienen del mundo del jazz, del rock, que en las grandes ciudades como Rosario se escucha mucho y nos influencian.
- Tenés un recorrido incesante en la escena musical de la ciudad, una obra prolífera con seis discos editados, un ciclo de producciones audiovisuales y también múltiples distinciones y premios recibidos, además de compartir escenario con músicos consagrados. ¿Qué lugar ocupa el reconocimiento en tu carrera?
El reconocimiento siempre es un halago lindo de recibir. Creo que se valora más el reconocimiento de la gente que uno más comparte y discute en el día a día. Porque hay una construcción de camino donde nos vamos interpelando mucho, intentando mejorar. Y los reconocimientos que vienen de esa comunidad donde interactúo son los que más me halagan. Pero no por eso subestimo los reconocimientos de gente que está por fuera de la comunidad musical. Porque es halagador compartir un mundo que resuena en otra persona y que le hace bien, le ayuda a resignificar la vida, hacerla más liviana. Claro que no por más liviana con menos argumento. El reconocimiento también da sentido y reafirma el camino que uno va tomando. Y el que viene de las personas que sinceramente se acercan para hacernos saber que lo que estamos haciendo le genera cierto bienestar, de resignificar la vida y meterle para delante, es muy reconfortante.
- Estamos atravesando un momento inédito y complejo desde el año pasado con el Covid-19 entre confinamiento y medidas restrictivas que claramente afectan el sector cultural, ¿cómo te sorprendió la pandemia y cómo lo sobrellevás lejos del escenario?
En un primer momento me pintó más el silencio. No me gustan los streaming porque siento como artista que nos precarizan aún más. Ya de por sí la vida laboral del artista independiente está muy precarizada y con el streaming aún más. Además, que solo puede hacerlo quien tiene las posibilidades técnicas. Baja la calidad del audio, se juega a que hay un público. Parece que es un simulacro de algo. Decidí entonces sacar un disco -Choques, 2020- que no pude presentarlo en vivo. Recién lo pude presentar este año cuando lo permitieron las restricciones. Porque era un disco con guitarra y voz que sentía no podía presentarse sin público. Ese disco lo pensé con la cercanía de la gente y el streaming me desencantaba demasiado. Produje algunos audiovisuales, pero a modo de “falso vivo”, no por streaming, sino grabado con buenos registros de audio e imagen para generar productos de calidad más allá de las dificultades de la pandemia. También empecé a estudiar. Estoy estudiando licenciatura en música popular en la Universidad Nacional de Villa María, aprovechando a darle lugar a eso, que en la vida prepandemica no podía. Obviamente también me dediqué atender a los afectos, a no perder esa comunicación. Lo que puso de manifiesto la pandemia en la comunidad musiquera fue la precarización que existe en nuestro trabajo. ¿Cuánto cobramos por plataforma Spotify, You Tube, lo que sea? Migajas, cero, muy poco. ¿Cómo es la relación con SADAIC que en teoría es el organismo que defiende los derechos de los compositores? Es una relación muy injusta, desigual. Quedó todo ese marco muy evidenciado con la pandemia. No nos quedó otra que entender lo difícil que resulta vivir de nuestra profesión. Y eso estuvo bueno porque nos hizo más consciente de las cosas que deberían cambiar y ver cómo se puede mejorar.
- ¿Cuáles son los proyectos artísticos que tenés por delante?
Ahora mismo estoy estrenando un video homenaje al “Trinche” Carlovich a través de mi canal de You Tube dentro del ciclo audiovisual “Ponele reverb”. Por lo demás, en este año de horizonte incierto, no me está estimulando mucho en pensar proyectos para el futuro (risas). Eso sí, siempre tengo ganas de cantar. Yo soy cantor. Sean canciones producidas por mi o de otros compositores. Entonces le busco la vuelta para mantenerme en ese ejercicio: si veo que no tengo inquietud artística para crear canciones, busco repertorio. El mundo audiovisual me sigue tentando y vengo produciendo últimamente en ese sentido. “Ponele reverb” no tiene fecha de vencimiento. Es un ciclo que lo pienso a largo plazo, si sale una canción que coincide con la temática hago un audiovisual vinculado a ese marco. En cuanto a grabaciones como cantor me gustaría meterme más en el repertorio litoraleño: música y canciones del litoral, algo más vinculado al chamamé canción, que por proximidad geográfica es un tema que me interesa. También soy docente, doy clases y esa relación con la docencia viene creciendo con los años. Así que por lo pronto este año me concentro en eso, que es algo posible que se puede hacer crecer con talleres y experiencias educativas que todavía quiero seguir investigando. Pero este año no sé si es propicio para proyectar grandes cosas.
- Es conmovedora la canción que compusiste, “Juega Tomás”, dedicada a esta leyenda futbolera de la ciudad, el “Trinche” Carlovich, que también inspira el video que acabás de estrenar, ¿Qué podés contar de esa canción y de la experiencia en la producción del audiovisual?
Estoy muy contento con la producción del video. El “Trinche” Carlovich es una figura que va mucho más allá del futbol. Es un ícono cultural del deporte de Rosario y es un mito que tuvo trascendencia mundial. El hecho que sea rosarino nos halaga, nos llena de orgullo y da ganas de transmitir lo que uno siente por este personaje y para que mantenga cierta vigencia. La figura de Carlovich es otra forma de entender los mandatos del éxito. Una persona que pudiendo haber sido una figura internacional, siguiendo lo que se suponía que podía o debía hacer con la calidad que tenía, decidió hacer otra cosa. Entonces cuando falleció, el 8 de mayo del año pasado, escribí una canción. La dejé descansar, me pareció que no era el momento de mostrarla, no me quería apurar a presentarla. La mostré mucho tiempo después con algunos vivos que empezaron a hacerse. El marco de “Ponerle reverb” me pareció muy bueno para recordar su primer año de ausencia. En este video, como los otros que integran el ciclo, hay interacción de muchas artes, no solo la musical, sino las artes escénicas, como el teatro. El mismo lenguaje audiovisual es puramente artístico, que también refleja la pasión que despierta el futbol. Me interesa mucho esa confluencia de lenguajes. Este video del Trinche me permitió conectar una síntesis de todos esos mundos que tanto me gustan.
Por: Facundo Petrocelli