Domingo 26 de Marzo de 2023

RESEÑAS

7 de abril de 2022

Georgia, la casa vestida de bar

En Santa Fe al 2018 hay una casa vestida de bar que ofrece desde desayunos, pasando por el menú ejecutivo y también meriendas. Sus puertas se abren de lunes a viernes con el sol de las 7 am, salvo los sábados que el olor a café asoma a las 8 am.

Georgia es una casa solariega de principios de siglo XX con amplios salones y pisos de madera de roble francés. Apenas entrando se puede ver una escalera magnífica con descanso, arcos interiores que comunican las habitaciones, arañas de cristal que cuelgan de techos revestidos de vigas y esculpidos con figuras ornamentales. El patio está cubierto por una enredadera tupida y desde sus generosos ventanales se ve la Plaza San Martin y la Facultad de Derecho. En esta casona devenida en bar domina la pausa, los movimientos lentos y las conversaciones silenciosas. Georgia ofrece un retiro espiritual al precio de un café.

Cuentan que, de vez en cuando, suceden cosas extrañas. Por la noche se oyen pasos furtivos en la escalera o un estrépito de cacerolas en la cocina, gritos apagados, llantos sofocados, melodías tristes. En la manzana vecina se levanta el ex edificio de la Jefatura de Policía, hoy convertido en Plaza Cívica, y a tan solo una cuadra, en la esquina de Moreno y Córdoba, se encuentra el Museo de la Memoria. Quizás algunas almas en pena aun merodean por el barrio y vuelven en busca de un abrazo ausente.

No resulta fácil elegir donde sentarse en esta mansión antigua que abrió sus puertas a la ciudad. Cada rincón está reservado por habitués que se dan cita a la hora de siempre: enamorados que se refugian en una mesa escondida, políticos que traman promesas de campaña, escritores que borronean palabras imposibles, señoras que disputan una partida de scrabble a la hora del té.

Busqué la mesa más cercana a la ventana y tomé despacio un café negro espeso. Lo saboreé con deleite, sintiendo cada grano amargo de esa planta milenaria deshacerse en mi boca. La ciudad se movía en un ritmo frenético e indiferente mientras las hojas carnosas y amarillas de los plátanos de la Plaza San Martín caían lentamente empujadas por una brisa otoñal. Georgia es regresar a un puerto seguro, solo es cuestión de dejarse llevar a esta casa vestida de bar.

Por: Facundo Petrocelli

 

 

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