ENTREVISTAS
22 de septiembre de 2022
Un paraíso de libros en un edificio de principios de siglo XX
Natalio Rangone, joven librero y propietario de Oliva Libros, charló con Revista Atenea. El local ubicado en pleno microcentro, Entre Ríos 579, cuenta con un amplio y variado catálogo de títulos, en especial una surtida colección de sellos independientes y autores de la ciudad.
Para amantes de los libros, la librería Oliva es una cita impostergable. Una escala necesaria en el recorrido cotidiano de la ciudad. Quizás el encanto provenga de una combinación de factores: la luz tenue que inunda las salas, el piso de madera que amortigua los pasos, los cuadros de artistas rosarinos que decoran paredes, el piano solitario en una esquina y, por sobre todas las cosas, el aroma exquisito a papel que desprenden los más de ochenta mil libros que abarrotan mesas y estanterías.
Oliva Libros lleva catorce años de existencia y se movió sigilosamente de sitio en la misma calle empujada por el interés de sus lectores. Abrió sus puertas tímidamente en un pequeño local en abril de 2008 sobre calle Entre Ríos y tres años más tarde, en el 2011, se mudó al lugar actual que ocupa en el Palacio Remonda Monserrat. Una misteriosa edificación de estilo art noveau de 1915 que resplandece en la esquina de Entre Ríos y San Lorenzo, con espléndidas líneas y balcones románticos. Este edificio antiguo de desordenada geometría y dragones esculpidos en azulejos en su fachada cobija a la librería con una bruma de magia y ensueño.
Natalio Rangone comanda los destinos de la librería. Nació en Lincoln, un pueblo de vacas y soja del noroeste de Buenos Aires. Su vínculo con los libros comenzó a temprana edad al descubrir la biblioteca de su tío. “En Lincoln había una sola librería. A los 12 o 13 años, cuando arranqué el secundario, me empecé a copar con las novelas. Algunos autores best seller de la época. Estamos hablando de los 90: Sidney Sheldon, Mary Higgins Clark, Stephen King. Luego, a los 17, seguí con lecturas más profundas como Dostoievski o Chejov, libros que también saqueaba de la biblioteca de mi tío. En mi casa era más fuerte la música. Mis padres tenían una casa de instrumentos musicales, eran afinadores. Siempre tuve la música muy presente, yo también soy músico. Toco el piano, estudié de chico. Además, me gustaba escribir”, cuenta Natalio con una voz rítmica, pausada. Una adolescencia sazonada de libros y música en un paisaje bucólico de la llanura pampeana que cambió por completo con el ruido y smog de la gran ciudad. Allí comenzaría a gestarse su sueño de librero, el camino a esta casa maravillosa de libros. “Me voy a estudiar Historia a la ciudad de La Plata. Hago dos años de la carrera, abandono y me voy a Buenos Aires. Allí consigo trabajo en un minimarket que me dura poco. Y un amigo de Lincoln de mi edad, compañero de la escuela, había entrado en la librería Clásica y Moderna. Yo necesitaba trabajar. Era fines del 2001 y principios del 2002, la plata que me pasaba mi mamá no alcanzaba para nada. Entonces empiezo a trabajar haciendo turnos que nadie quería agarrar. Porque Clásica y Moderna tenía la particularidad de ser bar además de librería. El bar era un café concert que había acaparado el mayor espacio de la librería, que estaba relegada en la parte de atrás y funcionaba en el mismo horario. Si el bar cerraba a las 3 de la mañana -porque había funciones jueves, viernes y fines de semana- la librería también estaba abierta así que empecé a trabajar cubriendo esos horarios. Al año, se va uno de los empleados y ocupo el horario de la mañana. Y después termino trabajando de encargado a la par de Natu Poblet. Con ella aprendí un montón y trabajé hasta el 2005 que me vengo a vivir a Rosario”. Clásica y Moderna fue el faro más luminoso de la cultura porteña y Natu Poblet -su histórica dueña fallecida en el 2017- era su alma mater y símbolo: la última heredera de una dinastía familiar dedicada al libro. Tras la muerte de Natu, acosada por deudas y problemas económicos, en 2019 la librería -fundada en el año 1938- cerró las persianas de su mítico local de Avenida Callao 892. Sin duda, Natalio se formó en el oficio en la mejor escuela posible. “Haber trabajado en Clásica me abrió muchas puertas en el mundo de las librerías. Ya tenía 25 años y me di cuenta que quería trabajar de esto, incluso empezaba a fantasear con la idea de tener una librería propia. A la par de la música que nunca dejé. Siempre sentí muy conectada la música con la literatura. Cuando llegué a Rosario empecé a tocar con Juani Favre. Grabamos varios discos. Toqué en bandas como Aguas Tónicas, Matilda, todas del under. Y con el curriculum de Clásica y Moderna me ofrecen trabajo de dos librerías que estaban muy a full por entonces que son Librería Ross –hoy no está más- y Homo Sapiens. Primero me contactan de Ross. Justo arrancaba la temporada de texto escolar y Silvina (propietaria de la Librería Ross) tenía la idea de que quien arranca tiene que hacer ese pasaje. Pero yo no quería saber nada con eso porque no tenía relación con lo que venía haciendo. Entonces me comuniqué con Homo Sapiens, donde Gabriel Riestra me preguntó cuándo podía empezar, le dije 'ya mismo' y arranqué. Trabajé dos años y medio. Esa experiencia me sirvió para conocer el movimiento que había en la ciudad. Fue en el 2007, estaban Ross, Homo Sapiens y creo que Buchín había abierto hacía poquito. Pero eran un estilo de librerías grandes, con cuentas grandes que apuntaban a un público más general. No había en Rosario espacio para librerías independientes. Y entonces decido abrir Oliva en el 2008”, comenta Natalio sobre el desembarco de su propia librería en la ciudad. Se llama Oliva por el gran poeta rosarino, voz imprescindible de la poesía argentina del siglo XX, quien escribió versos como: “La flor/ en su esplendor, no es un emblema/ es un problema: es la aventura seminal/ del fruto”. Natalio leía –lee– a Aldo Oliva y con su nombre ha bautizado la librería, lo cual además es un guiño a la literatura de la ciudad porque son muchísimos los títulos de autores rosarinos que pueblan los tupidos anaqueles.
- ¿Cuál es el criterio a la hora de comprar libros?
- Tengo en la cabeza un listado de libros prioritarios que tienen que estar siempre, cuando sea posible conseguirlos y no estén agotados. Hay como una base que considero debo tener. El perfil de la librería tiene que ver mucho con lo que a mí me gusta y me interesa tener, que me doy cuenta que a los clientes también. Hay veces que hay libros que no conozco y los descubro porque me los pide algún cliente. Doy vueltas por algunos blogs. Estoy atento a las novedades. Veo citas de libros que te van llevando a otros, una conexión por ese lado que encuentro como lector. Difícilmente me ha pasado de tener libros comprados que no pueda vender. Por lo general creo que tengo buen ojo a la hora de elegir.
- ¿Hay libros que tienen un especial valor, que nos quieras vender?
- Sí, esos me los llevo cuando hay alguno (risas). Recuerdo me pasó con un libro de Julio Ramón Ribeyro, el cuentista peruano. En mi casa tengo una biblioteca con un montón de libros. A mí me gusta mucho el libro ilustrado, la novela gráfica. Me he llevado varios libros de ese tipo. Me acuerdo también de una edición de “El oficio de vivir” de (Cesare) Pavese. Ahora se puede conseguir y tengo a la venta. Pero en su momento no se conseguía y me llevé uno de los que habían entrado. También hay libros de poesía que me interesan, llegan y me llevo. Últimamente estoy leyendo mucha poesía.
- ¿Qué libros tenés en la mesa de luz en este momento?
- Ahora estoy leyendo un poeta que me recomendaron que se llama Daniel Lípara y me gustó mucho. El libro es “Otra vida”. También estoy leyendo un ensayo que se llama “Una segunda vida” de François Jullien. Hace poco acabo de leer “Miles de ojos” de Maxi Barrientos, un novelista boliviano. Tengo varios libros en la mesa de luz.
- ¿Leés en simultaneo o agarras un libro por vez?
- Sí, puedo leer varias cosas a la vez. Bueno, depende. A veces no. Pero últimamente sí. Estoy un poco más disperso con la lectura. Por ahí la poesía me ayuda un poco a controlar esa dispersión.
- ¿Cómo definís el rol del librero?
- Me parece que es un oficio bastante romántico. El libro tiene esa cosa que siempre perdura. Me considero librero y me gusta mucho este trabajo.
- ¿Cómo se encuentra actualmente el circuito de librerías en Rosario?
- Rosario es una de las ciudades con más librerías en el país. Y de variedad. Desde libros usados a libros infantiles. Hay grandes cadenas también. Hace ya un par de años que está muy bien posicionada. En general me parece que en el país se está viendo una gran producción de libros de muchas editoriales independientes que ya pasan a estar en un mediano lugar de producción. Y circulación de muchísimos libros.
- La librería como un espacio, como lugar, ¿qué representa para vos?
- Mi casa.
Por: Facundo Petrocelli